22 abril, 2006

El laberinto de las entrañas de la Tierra

26 de Noviembre de 1632, en algún lugar del Océano Atlántico
El tiempo ha empeorado y empiezo a sentirme enfermo. La vida abordo es tediosa y aburrida, y las tormentas ya nos han causado tres pérdidas de marineros. Menos mal que todavía no han aparecido esos piratas herejes de los ingleses. A veces pienso que no llegaremos a Cádiz. Por eso escribo esto. Para que sepas, mi querida Irene, que te he echado de menos. Echo de menos ver atardecer bajo la Alhambra. Cuánto nos costó recuperar nuestra tierra a los herejes musulmanes para que ahora la perdamos por la corrupción de nuestro gobernantes. Pero yo, a pesar de ser cautivo, debo lealtad a mi rey Felipe. Ansío recuperar la libertad prometida tras este viaje. Sabes que no soy un santo, y que más de una vez he tenido que matar para ganarme la vida, pero también sabes que soy inocente de los delitos que me inculparon. Aquí la gente es buena pero inculta. Soy el único marinero que sabe leer y escribir. Quizás por eso me traigo este libro que encontré en las indias, escrito en nuestro idioma. Lamento estropear las primeras páginas, pero no tengo donde escribir. Si alguna vez tenemos descendencia, querida, herederá estas hojas como tesoro familiar. Es una bonita historia de laberintos y seres legendarios. Tengo una herida en el costado que no termina de sanar, fruto de un lance con otro español, por cuestión de honra, más suya que mía. Pero echando mano de vizcaína derroté a mi oponente. No ha sido fácil este viaje, por eso, si no regreso, quería que tuvieras estas líneas. Y quizás te pueda contar algunos de los secretos del Nuevo Mundo.
Te amo
Raúl Vega
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Después de una semana en los borradores, aquí está, el nuevo relato. Como el otro, nace sin ninguna pretensión, sólo espero que os guste

Hasta luego

Hace ya 9 meses que empecé esto de trabajar, aunque sea como becario (que tiene algunas ventajas, pero también muchos inconvenientes... pero de eso quizás hable en otro momento). Cuando todavía estaba metido de lleno en la carrera, a veces pensaba que en el trabajo se tienen compañeros que van y vienen, que los conoces, pero que tampoco llegas verdaderamente a apreciar. Sólo son compañeros de trabajo. Como es obvio, estaba equivocado. En el trabajo tienes compañeros, y yo tengo la suerte de tener BUENOS compañeros, pero al final terminas teniendo amigos. Y terminas teniendo a gente a la que puedes echar de menos. Quizás por las 7 horas al día (como mínimo) que paso con ellos, por todos los cafés, comidas... o simplemente porque ya forman parte de tu vida. Primero se fue Denis (no el Lobo-Hombre en París, si no un chaval quizás más característico...), luego Rakel (que dura es la vida en la calles de Leganés...) y las semana pasada fue Ali (a que esperas, alé, alé). Y cuando más tiempo llevas con ellos más cuesta despedirse. Bueno, no hay que ser dramático, nos veremos de vez en cuando... pero supongo que habrá pequeños detalles que siempre se echarán de menos. Al fin y al cabo, en algún momento quizá no muy lejano, sea yo el que tenga que decir "Hasta luego"

19 abril, 2006

Una sombra bajo la lluvia - Comentario del autor

Para mí esto era un reto personal. Había imaginado historias, incluso había escrito partes de ellas, pero nunca había empezado y acabado una. De hecho, de esta historia lo primero que pensé fue el primer y el último capítulo. Al final estoy contento con el resultado. Y desde luego con todos los que lo habéis leído. Eso ha sido lo que me ha animado a darme prisa en sacar capítulos, a desarrollar la historia. Y no será la última historia. Habrá más, de este tema y de otros. Ya tengo algunas ideas, así que cuando tenga tiempo...
Pero en realidad el objetivo principal de este relato, y de los que vengan, era que me conocieseis un poco más. Todo lo que he escrito tiene una razón de ser, tiene algo relacionado conmigo. Todo los objetos, bebidas, grupos de música, personajes... los he puesto por algo, aunque algunas cosas no sepáis el porqué. Pero bueno, supongo que todos los escritores harán eso. Además, uno de los personajes que aparece en la historia es real...
Pues eso, que gracias a todos los que seguís mi blog, y que pronto habrá más relatos. Nos vemos, en el trabajo, en la escuela, en los bares, en Berlín, en tu casa, en la mía.... o donde estéis.
Salud y Rock & Roll

Una sombra bajo la lluvia - XIII

La voz de James LaBrie rugía en el radiocassette del todoterreno que conducía. Hacía ya tiempo que había salido de la nacional para incorporarse a carreteras secundarias. Llovía mucho, por lo que conducía despacio, mientras los limpiaparabrisas se esforzaban por apartar la lluvia. Bajó la mano a la palanca de la caja de cambios para meter cuarta, y de nuevo sintió el dolor que le acompñaba desde hacía dos semanas. Le dolían todavía ambos brazos, y todavía le faltaban energías. Pero estaba vivo, al menos por el momento. Y no había oído más voces de seres raros, ni nada fuera de lo normal. Y eso le tranquilizaba. En realidad, tenía buenos motivos para no pensar en Innombrables. Bueno, tenía un único motivo, de nombre Sara. Le había extrañado que se hubiese ido sin verle despertar, pero después de todo lo que había pasado era normal que necesitase olvidarse de todo. La última vez que la había visto había sido con la cara llena de sangre ajena, despúes de atravesar el cuerpo de un hombre. Bueno, si es que a aquel pelirrojo se le podía considerar hombre. El recuerdo no parecía del todo romántico, pensaba para sus adentros. En cualquier caso, se sentía un tipo con suerte. Y recordaba las cervezas que se había estado tomando la noche que descubrió el cuerpo en la puerta de su casa. Le apetecían unas cervezas. Seguro que una Grimbergen Triple, una de esas de las fuertes, le daba de nuevo vitalidad. A lo mejor podría ir a ver a los Red Hot después de todo, el destino no iba a impedirle ver a Flea en acción. Y también tendría que volver a los estudios, pero para eso esperaría un tiempo, se merecía unas vacaciones. Cuando se acercase Junio ya pensaría en como sacar los examenes adelante.
El primer cartel con el nombre del pueblo apareció en la carretera. Quedaban ya pocos kilómetros para llegar al lugar donde Sara le había citado. Dos semanas después de que despiertes, habia dicho en su nota, a las 9 de la noche. Miró el reloj. Ya eran las 10.30. Bueno, él tampoco tenía la culpa de la lluvia. Pero no le gustaba llegar tarde a las citas... si es que aquello era una cita.
Minutos después, el pueblo aparecía tenebroso entre la niebla. Era pequeño, así que no le sería difícil encontrar la casa. La última del pueblo debía de ser. La encontró. Una gran casa de piedra, con dos balcones bajo los que crecía una parra. La lluvia dejaba intuir una figura apoyada en la puerta. Aparcó cerca y bajo del coche. Sus botas se llenaron del barro del camino, mientras se acercaba. Y allí estaba ella. Con el pelo suelto y moreno, cayéndole sobre los hombros, unos vaqueros y una camiseta algo ajustada. Y los ojos fijos en él. "Espero no estar enamorándome, no sería propio de mí..."
- Llegas tarde. No está bien hacer esperar a una chica
- Hola, ya has visto la que cae...
- ¿Como estás?
- Bien, ya veo que tu también...
Sara se puso roja por un momento. Se acercó a él y, cuando iba a seguir hablando, le besó. Fue un beso lento, delicado, espontáneo.
- Creo que ya habrá tiempo para hablar
- Sí, se nos está haciendo tarde
Y besándole le arrastró a dentro. Subieron por una gran escalera que daba al segundo piso y allí, lentamente, le empezó a quitar la camiseta. "Después de esto, creo que no me va a importar morir desangrado.."
Horas más tarde el amanecer les soprendía desnudos y abrazados, mientras el sol proyectaba una sombra en la ventana. La sombra de un pájaro que buscaba cobijo en el alféizar, una sombra bajo la lluvia.
FIN

17 abril, 2006

Donde no llega nadie

Ya estoy de nuevo en mi querida Alkarria (bueno, en realidad estoy en mi menos querida Madrid, y delante de mi cafetera, o lo que es lo mismo, mi PC del trabajo). Pero estos días he encontrado una segunda casa... o al menos un lugar realmente acogedor. He descubierto, contrariamente a lo que pensaba, que todavía quedan sitios donde perderse. Un anuncio de 4x4 por cuatro decía: "Donde no llega nadie..." Pues allí he estado yo, donde no llega nadie, o al menos, poca gente, perdido en la maravillosas montañas que rodean Ponferrada. A veces, me soprende lo bonito que es el norte de España. También es bonito el sur, y el centro, pero esa sensación de encontrarse de nuevo con los Suevos, los Celtas, los Romanos o los Templarios es más fácil de percibir en las lluviosas tierras norteñas. Ha sido una vuelta a la vida, he cargado pilas al menos para un mes. Lo positivo: la gente, la sensación de libertad, un Suzuki Vitara, una cámara de fotos y mucho verde. Lo negativo: el poco respeto que tiene la gente por su entorno (la gente en general, no me refiero a la gente de allí...). De este viaje, espero colgar alguna foto cuando las tenga en mi poder, al menos, alguna con mi gorro de Cowboy...
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Standing outside the fire. Life is not tried, it is merely survived, if you're standing outside the fire - Garth Brooks

09 abril, 2006

Una sombra bajo la lluvia - XII

Los segundos que pasó mirando el cañón de la pistola que apuntaba a su cabeza se hicieron eternos. Uno siempre espera que, si alguna vez se encuentra en una situación de esas, pase como en la películas, que el cargador no tenga balas, o que un movimiento a lo Misión Imposible desarme al adversario. Pero él no tenía fuerzas para ningún movimiento. Sangraba por ambos brazos y se sentía muy débil, además estaba mojado, con poca ropa, y tiritaba de frío. En los segundos antes a la muerte uno suele recordar muchas cosas, pero el ya había pensado demasiado en toda su existencia, y prefirió mirar a su alrededor. Y así vió como Jamal le miraba asustado, mientras sostenía en los brazos a una chica morena, que sin saber de donde había salido, le había salvado la vida. Y vió a Sara, empapada en sangre, que también lo miraba desde lejos, tensa, como queriendo salir corriendo a salvarle pero sin terminar de decidirse. Vió muchos cuerpos por todos lados, y se horrorizó de la masacre. Y se sorprendió de que la habían hecho sus amigos. Se habían jugado mucho por él y se sintió afortunado. Había dejado de llover. Y parecía que la tierra seguía moviendose. Parecía que palpitaba como un corazón con demasiada vitalidad. Luego giró la cabeza hacia la izquierda y vió a Lucio, apoyado en la piedra que había hecho de altar en la ceremonía, no muy lejos de él. Estaba herido, pero seguía con la misma mirada de meditación que reinaba en su cara desde que le había conocido, en aquella celda de piedra donde había despertado el día anterior. Y se detuvo otra vez en el cañón de la pistola, y en el hombre que la sujetaba. El árabe seguía sin mostrar ningún sentimiento, ni de alegría, ni de terror, ni de ira, ni de odio. Parecía más un profesional que se limitaba a hacer su trabajo. Si es que ser asesino de una secta que adora a seres extraterrestres es un trabajo para alguien. Todo esto lo pensó muy rápido, quizás no pasaron más de 10 segundos. Entonces se oyó un ruido ensordecedor. El ruido de una bala que sale del cargador de una Magnum, sujeta por un tunecino, porque aquel hombre era tunecino, de nombre Hassan.
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La tele daba las noticias del mediodía en un hospital de Santiago de Compostela. Estaba sintonizada la televisión gallega, por lo que Jamal no llegaba a entender todo lo que decían. Pero lo suficiente para enterarse de varios detalles más de los temblores de tierra que había sufrido la comunidad gallega hacía ya dos noches, y de ver las imágenes del faro de Finisterre derribado. Efectivamente, el faro que marcaba el fin del mundo, el que advertía de que más allá sólo encontrarías monstruos y dragones, ya no se mantenía en pie. Poco a poco, la rubia que presentaba el telediario recordaba los sucesos ocurridos aquella noche, entre los que se encontraba la aparición de los cadáveres de dos policías en Ribanova, ambos matados con un tiro certero en la cabeza. Y poco o nada se hablaba de la matanza del bosque. Y parecía ser porque a alguien le interesaba que no se hablara sobre ello. Así que al final sí habían aparecido policías... pero sin suficiente suerte como para contarlo. Jamal sujetaba la mano de Isa, que yacía en la cama de la habitación, despierta, pero sin fuerzas para articular una sola palabra. Lo que si podía mostrar era una amable sonrisa hacia su negro favorito, mientras miraba las flores que reposaban en la otra silla que estaba al lado de su cama. Entonces Isa giró su cabeza hacia la izquierda, para mirar el sol que, extrañamente, se alzaba en pleno invierno en la capital gallega. Y justo en ese momento, vió como Marco despertaba, en la cama de al lado, después de dos días temiendo por su vida. Efectivamente, hasta aquella mañana los médicos no le habían declarado fuera de peligro y lo habían trasladado definitivamente a aquella habitación.
Pareció despertar de un sueño muy largo, muy muy largo, y se preguntó de veras si estaba vivo. Y Jamal, que le conocía bien, sabía que se lo estaba preguntando y por todo saludo le dijo:
- Lucio te salvó la vida. Bueno, más concretamente dió su vida por la tuya.
Marco no salía de su asombro, y no dijo una palabra. En realidad, tampoco se sentía con fuerzas para hacerlo. Jamal siguió hablando.
- El caso es que se puso delante de tí, hermano, justo antes de que aquel moro te disparara. No sé como le dió tiempo, ni de donde sacó fuerzas para levantarse y protegerte. Antes de morir parecía que quería decir algo, como las últimas frases de los que mueren en las películas. Pero no le dió tiempo... El moro salió corriendo después de descubrir que no le quedaban balas, no pudimos atraparle y se perdió en el bosque. - Jamal hizo una pausa, mirándo fíjamente a Marco - Bienvenido a la vida, hermano, temimos mucho por tu vida.
Marco sacó fuerzas para hablar.
- Gra... Gracias... por salvarme... de verdad, gracias también a ella... - Y se giró para mirar a la mexicana.
- Es verdad, no os he presentado, ella es Isa, seguro que me has oído hablar de ella alguna vez.
- Gra... Gracias Isa... ¿Que... que... tal... estás?
- Bien.. gracias, me duele la herida de la pierna, pero espero poder andar en unos días, o pasear por la playa, ¿no, negro? - La mexicana había demostrado ser la más fuerte de todos en la batalla de aquella noche, y todavía le quedaban algunas fuerzas en la cama de aquel hospital, aunque le costaba hablar y lo hacía muy despacio.
Entonces Marco cayó en la cuenta de que allí faltaba alguien, y por un momento tuvo miedo de preguntar, temiéndose lo peor.
- Jamal.... y Sara... ¿donde esta? está bien, ¿no?
- Sara lleva dos días sin despegarse de tu cama, hasta que le aseguraron que sobrevivirías. No se movió de tu lado ni para comer, ni para tomar el aire... Ella tenía también alguna herida, y un buen resfriado, pero está bien. Se fué esta mañana, no nos quiso decir exactamente a donde. Dejó una caja enorme de bombones para Isa, puedes coger alguno... y esto para tí.
Jamal cogió un sobre que reposaba sobre una gran caja de bombones de chocolate Suizo.
- Supongo que deberías leerlo.
- Eso haré ahora... Cómo me alegro... que estéis todos bien.... - Poco a poco iba recuperando las fuerzas para hablar- Creo que tenemos... muchas cosas de las que hablar.
- Tranquilo hermano, habrá mucho tiempo para eso...
Entonces Marco abrió lentamente el sobre, pues apenas sentía sus maltrechos brazos, y empezó a leer la nota que, con una caligrafía perfecta, había escrita en su interior.

05 abril, 2006

Una sombra bajo la lluvia - XI

Entonces miró al cielo. Sentía el dolor en su brazo y no podía ver lo que pasaba a más un metro de él. Por eso miró al cielo. Quizás para ver los brazos de su hermana esperándole. Y por un momento se sorprendió rezando a un Dios que nunca había existido... Entonces, la lluvia empezó a cesar, y se abrió un claro entre las nubes. Las estrellas parecía que habían perdido su resplandor, sometidas por una, que brillaba más fuerte, con la cola de hielo que le acompañaba. Allí estaba el puto cometa.
Por un momento todo se volvió borroso...
... y oyó una voz, una voz que ya había oído antes "Ven a mí, tu tiempo a llegado..." La tenía en su cabeza, repitiéndose: "Ven a mí, ven a mí... siente mi aliento". Y notó la tierra temblar bajo sus pies. Notó los árboles moverse, oyó las ramas quebrarse y caer, y varios de los encapuchados no pudieron mantenerse en pie. ¿Estaba soñando? ¿Delirando? Y notó en los pies el extraño tacto de su propia sangre. Le esperaba una muerte demasiado lenta para soportarla. "Si tuviese una pistola... ya me habría volado la cabeza, como el puto Kurt Cobain".
Él árabe seguía a su lado, y seguía hablando:
- Está volviendo a nacer... ¿No sentís el clamor en las entrañas de la Tierra?... Terminemos lo que empezamos siglos atrás...
Y despacio, aquel hombre de tez oscura y mirada impasible, acercó el cuchillo a su otro brazo. Miró a Sara, ella le miraba, pero parecía que no estaba allí, estaba pálida y temblando, de frío y de miedo. Y Lucio, le miraba fijamente, con una extraña mirada de concentración. Se preparó para recibir el segundo corte, ¿cuánto duraría su agonía? ¿tenían que matarle de este modo o era sólo puro placer de psicópata?
...Y de nuevo volvió a sentir la fría punta del cuchillo rozando su piel. Miró el arma, y vió que en el filo tenía grabado el símbolo que había encontrado días atrás, en una hoja de papel, en las ropas de un cadáver, en la puerta de su casa. Y maldijo aquel día. El cuchillo empezó a apretar, y el primer hilo de sangre comenzó a brotar por su brazo derecho... y el otro no dejaba de dolerle. "Ójala me desmaye pronto..." Los hombres encapuchados gritaban de júbilo, como poseidos, y el suelo parecía que no dejaba de temblar.
Entonces se oyó un disparo. Y el encapuchado que tenía frente a él se derrumbó en el suelo. El cuchillo dejó de presionarle, pues el árabe se había dado la vuelta para mirar. Otro disparo. Y otro que caía. Y otro más. Parecía que un duende del bosque, pistola en mano, había decidido echarles una mano. Pero no se veía a nadie. Todo empezó a ser confuso, varias antorchas rodaban por el suelo, conviertiendo la esplanada en un juego de luces y sombras. El árabe, con un movimiento rápido, sacó una pistola de debajo de su túnica, pero no le dió tiempo a usarla. Cayó al suelo aturdido por una certera pedrada. "¿De dónde coño ha salido eso...?" Marco no daba crédito a sus ojos... Entonces vió que la piedra venía de Lucio, que se arrastraba por el suelo, sin ataduras, hacia la pistola del árabe. El muy perro se había librado de las cuerdas, aprovechando que nadie le estaba prestando atención. Otro disparo, y otro encapuchado en el suelo. En ese momento, varios de los hombres que quedaban en pie, seis o siete al menos, se dirigieron corriendo hacia el bosque, armados con pistolas que habían sacado bajo sus túnicas , disparando a la nada, o al duende... Marcó notó que alguién se acercaba por detrás, y como si fuese su ángel de la guarda, vió como un negro, un negro que él conocía muy bien, empujaba el madero donde estaba atado, hasta hacerlo caer, detrás del altar de piedra. A Marco le dolió el golpe, pero la acción de Jamal había evitado dos disparos de pistola, que se perdieron en la nada. Se protegieron con el altar, y mientras Jamal intentaba quitar las cuerdas a un Marco dolorido y muy aturdido, Lucio les cubría disparando desde detrás de la piedra con la pistola del árabe. Sara seguía atada y tumbada, intentando zafarse. Sólo quedaban en el círculo cinco encapuchados, que disparaban desde lejos sin llegar a acercarse. Entoncés Marco decidió jugarsela, tenía que desatar a Sara. Se subió en la piedra y empezó a romper las cuerdas con un cuchillo jamonero que le había pasado Jamal. Un disparo le rozó el pelo, y fue contestado por otro del viejo Lucio, que tampoco acertó. Se oían también disparos por el bosque. Otra bala zumbó desde lo árboles y otro de los hombres cayó al suelo.
Entonces, apareció el duende. Apareció cojeando, sangrando por una pierna, con la melena revuelta, con cara de cansancio y con una pistola en la mano. Y fue el primer duende de los bosques que tuvo por nombre Isabel. Isabel Vega, nacida hace 19 años en algún lugar de México, heroína del rock en sus ratos libres, y cajera en su ratos de trabajo. Y por lo que parecía, pistolera en casos de necesidad.
El resto pasó todo muy rápido. Jamal aprovechando la confusión, consiguió abalanzarse sobre otro de los hombres, de los que cada vez quedaban menos, y pasarle el cuchillo por las entrañas. Como Diego Alatriste echando mano de la vizcaina. El astuto Lucio seguía disparando a diestro y siniestro, y causó dos bajas más, pero había recibido un balazo en el pie y, ya sin balas en su cargador, había caído al suelo. Dos hombres más, desprovistos de sus hábitos, entraron de nuevo en el claro, uno con un cuchillo enorme entre sus manos, y el otro todavía con su pistola. Y a ese último le conocían muy bien, era el pelirojo. El primero cayó por la última bala de la pistola que ahora tenía Jamal. Y el pelirrojo estaba de pie, apuntando a la cabeza de una Isa arrodillada, que sangraba por la pierna y que miró hacia arriba para mirar el cañón de la pistola que terminaría con ella.
Pero no. La bala no llegó a salir del cargador. Lo que Isa vió fue una hoja afilada atravesar el abdomen del fuerte hombre del pelo rojo. Y ver la cara ensangrentada de Sara aparecer detrás de él cuando éste se desplomaba muerto en el suelo. Todo el mundo la había olvidado, pero ella también quería aportar su momento heroico.
Ambas chicas se miraron.
-Gracias, muchas gracias - dijo Isa antes de terminar de caer al suelo, retorciéndose del dolor que había aguantado desde su huída por el bosque. Y le había salido bien. Había conseguido despistar a todos y matar a unos cuantos. Además, todavía no tenía remordimientos... aunque no todos los días se hace una matanza como aquella.
Jamal corría casi sin aliento para ayudar a Isa, y resbaló varias veces con la sangre que ya llenaba el claro del bosque. "Parece que al final no hay un puto policía en estas tierras..." pensaba, mientras se fijaba que ya no quedaba ningún encapuchado en pie. Entonces giró la cabeza hacia el gran altar de piedra, y comprobó con horror que no todos estaba muertos. Un hombre alto, de facciones árabes, apuntaba a Marco que, cuchillo en mano, no podía hacer nada. Todos le habían olvidado cuando cayó al suelo, aturdido por la pedrada de Lucio. Pero no estaba fuera de combate.
Entonces, por enésima vez en el día, y rodeado de un campo de sangre, de gente por el suelo, y de amigos heridos y agotados, Marco se preparó para morir. Y no había nadie para evitarlo.

04 abril, 2006

Optimismo inteligente

Por fin!!! por fin he conseguido sincronizar correctamente mi decodificador de tramas AC3!!!! (desde Agosto...) Ya sólo queda un paso (de momento...), lo malo es que es el más difícil: decodificar las mantisas! Que frikada de post, no? pues sí... es que me gustaría contárselo a gente tan importante como el repartidor de las cartas, la chica del destornillador, la reponedora de Selecta (la del piercing...), la chica de caja (la que lleva el pelo cada día de un color), el tupperman, el amo del calabozo y su séquito de camisas vaqueras, la "simpática" secretaria de la entrada o el mismísimo Four... perdón , que su nombre no se puede pronunciar...
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Ánimo bro con tu macro-proyecto latin-europeo, cuando te stresses piensa en lo majo que es Carlinhos Brown...

03 abril, 2006

Una sombra bajo la lluvia - X

El día pasó lento, muy lento. Al fin y al cabo iba a ser su último día, si el destino no le echaba una mano y demostraba lo contrario. Tenía hambre y sed, estaba cansado y dolorido. Se sentía con pocas fuerzas para más. Y Sara había vuelto a perder su sonrisa. De hecho, desde hacía horas apenas se movía. Lucio permanecía en su aparente estado de permanente meditación. El silencio gobernaba la habitación, secundado por el ruido intermitente de la lluvia cayendo sobre el tejado. Entraba poca luz por la pequeña ventana, lo que hacía el ambiente más triste, si es que era posible.
De repente, se oyeron voces en el exterior y, poco después, la puerta se abría. De nuevo, como el día anterior, entro el hombre pelirrojo, seguido del hombre de aspecto árabe que se quedó en la puerta. El primero traía un cubo lleno de agua, que dejo al lado de Lucio.
- Esto es para que no os murais de sed antes de lo debido. ¿Qué tal andas, putita? Que pena que no me dejen tocarte todavía - Una risa cruel, de esas que acostumbran a vestir los típicos malos de las películas, aparecía en su rostro, mientras miraba al árabe.
- En esta vida, o en otra, te ensartaré con un palo bien grande... - Lucio había roto su silencio
- Pensaba matarte sin dolor, eres ya viejo y no disfrutaría viéndote sufrir, pero pensándolo mejor haré lo mismo contigo que con el chico. Cogeré un cuchillo afilado y te haré cortes, cortes pequeños, hasta que termines desangrándote en una lenta agonía... Porque eso es lo que te va a pasar, chaval... - Ahora dirigía la misma mirada de desprecio a un Marco asustado y callado, semi oculto entre las sombras.
El árabe seguía en la puerta, su rostro impasible, sin mostrar una sonrisa, ni ningún otro gesto. Su presencia imponía, aunque todavía no había dicho una palabra.
- Vámonos - Fue lo único que dijo en un español con fuerte acento del norte de África.
El otro hombre le miró, y antes de salir pegó una patada al cubo, derramando todo el agua por el suelo.
- Ahora bebed como los cerdos.- Y cerró la puerta.
- Hijo de puta!!! - Era Sara la que gritaba
- Déjale, la vida me ha enseñado que todo el mundo tiene lo que se merece... y él no va a ser menos. - Lucio tampoco podía ocultar la rabia en sus ojos profundos. Y Marco seguía sin decir una palabra.
El agua les mojaba los pies, y empezaba a sentir mucho frío. La tarde ya caía, estuvieran donde estuvieran, y poco a poco, el final de una historia llegaba. Lo malo es que la historia era su vida.
Así pasaron las horas, de nuevo en silencio, en una habitación mojada donde la luz apenas si se dejaba ver. Entonces, sin saber cuando tiempo había pasado de aquel día, la habitación se sumió en la más absoluta oscuridad.
Y la puerta se abrió otra vez. Ahora eran cuatro hombres, pero no pudieron ver sus rostros. Todos iban encapuchados, con trajes de monje y con antorchas en sus manos. El fuego le daba a la habitación un aspecto siniestro, como la situación que vivían. Les cogieron a los tres, y les quitaron los zapatos y zapatillas que llevaban. Luego, uno de los encapuchados sacó un cuchillo y se acercó a Marco. Éste no pudo evitar que el hombre lo agarrase. Al menos se sintió aliviado cuando lo que hizo fue rasgar su sudadera y su camiseta. Por todas partes, hasta que parecían trapos sucios. Luego el hombre se acercó a Sara, y la sujetó. Sara gritaba, pero el monje la calló de una fuerte bofetada. Entonces le rasgó también su camiseta, entre los sollozos de la chica. Un sujetador negro quedaba al descubierto entre la camiseta rota. Y después el hombre hizo los mismo con las ropas de Lucio, aunque este no opuso ninguna resistencia. Luego les hicieron ponerse de pie y caminar delante de cada uno de los encapuchados, mientras el cuarto abría la comitiva. Salieron de la habitación. Estaban en el segundo piso de una vieja casa de piedra. Bajaron las escaleras despacio. Parecían tres mendigos secundados por cuatro inquisidores. Salieron a la calle. Llovía. Y nada más salir los pies desnudos se les llenaron de barro. Se veían casas no muy lejos, debían de estar a las afueras de un pueblo. El camino se adentraba en un espeso bosque. Sin que se oyese una palabra, la comitiva cruzó los primeros árboles bajo la lluvia. El bosque se mostraba misterioro y aterrador con la luz de las antorchas. Marco se sentía cada vez más desgraciado, y tenía mucho frío. Sentía el barro subir por sus piernas, la camiseta caer por su pecho, que le escocía, pues el cuchillo había rozado la piel. Sara lloraba en silencio, aunque ya casi no le quedasen lágrimas, sentía la lluvia caer por su espalda casi desnuda, y por un momento cerró los ojos mientras andaba, para ver si los abría en otro lugar, muy lejos de allí. Lucio se movía con torpeza entre el barro, pero con la cabeza alta.
Fueron adentrándose en el bosque y empezaron a ver luces a lo lejos. Luces de antorchas, de más antorchas. Llegaron a un claro en el bosque, un claro digno de las mejores películas de terror. Formando un círculo, unos quince o veinte encapuchados portaban antorchas. Y en el centro se alzaba una piedra grande y plana, rodeada por otras cuatro grandes antorchas clavadas al suelo, y con un madero vertical en el centro. Encima de la piedra, se alzaba otro hombre. También vestía hábito, pero a diferencia del resto tenía la cabeza al descubierto. Era el árabe, y tenía abierto un gran libro entre sus manos. Sujeta a su cintura por un cinturón, colgaba una gran daga que relucía en la oscuridad.
Acercaron a los tres a la piedra, mientras el círculo se abría para dejarles paso. La lluvia caía cada vez con más fuerza. Marco apenas tenía fuerzas para resistirse cuando los cuatros hombres le ataron con fuerza al madero. A Lucio le ataron a una piedra, mirando hacía el gran altar central donde estaba Marco. A Sara la ataron a la misma gran piedra, al lado de su amigo, pero tumbada. La lluvia le caía por la cara, le empapaba lo poco que quedaba de su camiseta, y le limpiaba el barro de los pies. El pelo revuelto le tapaba la cara, y mirando a un Marco acabado, atado, derrotado, dejó por un momento de llorar.
Entonces el hombre habló. Pero esta vez no fue en castellano, ni en ningún otro idioma conocido. Esta vez volvieron los siseos que habían escuchado cuando el hombre entró por primera vez en la habitación de piedra donde les habían tenido encerrados.
- Marco, tradúceme lo que dice, quiero saberlo!!! tú lo puedes entender...
El hombre la miró con una mirada profunda que la asustó, pero volvía a girar la cabeza y siguió hablando al resto de los encapuchados.
- Hoy... el día del cometa... la sangre de un hombre... volverá a despertar a aquellos... que nunca debieron dormir... y por nuestra labor... seremos recompensados... cuando ellos... vuelvan a gobernar en Gaia. - Marco traducía con voz cansada y débil, pero sin dejar de mirar a la chica que se encontraba tumbada a sus pies. - El ritual durará hasta que toda la sangre... sea vertida a la tierra... Ya sabéis cual es... vuestra recompensa... de hoy... la chica será vuestra... disfrutad de ella... pero el premio será mayor cuando... todos Ellos hayan despertado.... El anciano será testigo del sacrificio... y luego... le enviaremos con sus otros compañeros... al infierno... La noche del cometa ha llegado.
Entonces se oyeron aplausos y vítores de todos los encapuchados, risas malvadas, y otras risas sin sentimiento alguno. Y de nuevo se hizo el silencio, y todos colocaron sus antorchas en el suelo, de forma vertical, manteniéndolas encendidas.
El árabe sacó la larga daga de su cinturón, y Marco pudo ver como brillaban el oro y las perlas en su empuñadura. Entonces, el hombre poso la punta de la daga en el brazo de Marco y apretó.
Sintió un dolor profundo y agudo en su brazo. "Esto ya es el final... todo se acabó" se esforzaba en pensar en algo que le aliviase. Y la sangre empezó a resbalar por su cuerpo.
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A veces me entero de que esta historia la lee gente que, por una razón u otra, no esperaba que me encontraran aquí. Y es un honor para mí que la lean. Por eso, esta va dedicada a la Srta. Berta