El día siguiente amaneció gris. Cuando abrió los ojos tenía frente a él a Sara, que sostenía en sus manos una bandeja, con un café y un par de tostadas.
- Buenos días! A levantarse, que ya son las 12. Tómate esto, te vendrá bien...
- Eh... Gracias. ¿A que viene tanta amabilidad, quieres algo de mí? - Sonreía
- Me has caído bien... - Le devolvió una tímida sonrisa - Date prisa, tenemos que ir a mi facultad.
Poco más de media hora más tarde estaban en el metro. Hablaban, pero estaba más pendiente de lo que pasaba a su alrededor que de lo que Sara le contaba. Todavía estaba asustado.
Cruzaron rápido los pasillos de la facultad de Historia, hasta llegar a una puerta en la tercera planta. Un pequeño cartel indicaba que aquel era el despacho de Raúl Danvier. Sara llamó a la puerta y abrió. El despacho no era muy grande. Lo dominaba una mesa de madera, y dos estanterías repletas de libros y de fotos la flanqueaban. Sentado estaba el tal Raúl, de unos 35 años, aparentaba ser alto y de complexión fuerte, pues su cuerpo sobresalía sobre una mesa llena de papeles. "No era este el tipo que esperaba encontrar, no sé porque había pensado que se había tirado a un viejo catedrático de historia..." pensó.
- Hola Sara, ¿cómo tu por aquí? Creo que ya aprobaste Historia Medieval.
- Hola Raúl, he traído a un amigo que te quiere preguntar unas cosas. Se llama Marco.
- Hola Marco, sentaros. ¿Qué quieres preguntarme? ¿Estudias historia?
- Hola, que va, estudio Montes, o lo intento al menos... Hace unos días encontré este símbolo en un papel y me ha dicho Sara que tu sabías de que se podía tratar.
Al ver el extraño dibujo el profesor se quedo quieto, mudo por unos momentos, y después le miró fijamente. Se dió la vuelta y cogió un libro de la estantería. Tenía las tapas de piel, parecía un libro viejo, y en su portada sólo aparecía el rombo con las dos líneas cruzadas en su interior.
- Escúchame. - Le hablaba sólo a él, como si Sara no estuviese allí. - Hace mucho tiempo, antes de la aparición del hombre, mucho antes... Llegaron a la tierra unos seres extraños, llegados de algún lugar de la galaxia. ¿Cómo llegaron?, no se sabe. O quizás no llegaron, sino que siempre estuvieron aquí. Los Innombrables los llamamos, pues se dice que sus hombres no pueden ser pronunciados en ninguna lengua humana. Poco se sabe sobre ellos, sólo que entraron en un profundo letargo, ocultos en los lugares más inhóspitos del planeta: se dice que duermen en el fondo de los mares más profundos, en las entrañas del Himalaya, en el interior de algún volcán... pero nadie lo sabe con certeza. Lo que si se sabe es que en su letargo, los Innombrables pueden controlar la mente humana. De hecho, si estuvieran despiertos podrían controlarlo todo, pues parece que su poder está más alla de cualquier conocimiento humano. Pero por algún motivo no pueden despertar. A lo largo de los siglos han controlado la mente de hombres desconocidos, que empezaron a adorarles y a preparar su regreso. La vida de los Innombrables está estrechamente relacionada con los cometas. Sólo pueden despertar en presencia de cometas. Hay quien les llama los Habitantes de los Cometas, y que fue a través de ellos como llegaron a nuestro planeta. Se habla de que en alguna parte del mundo ya hay uno despierto, desde la Edad Media, pero quizás no sean más que habladurías... - Hizo una pausa - Supongo que no os estaréis creyendo lo que os estoy contando...
- Es difícil de creer, la verdad.
- Pues créelo. Tú más que nadie. Desde hace mucho tiempo, siglos, un grupo de intelectuales han conocido esta situación y han hecho todo lo posible para evitar que los Innombrables volviesen a la vida. Sólo en presencia de ciertos cometas y sólo sacrificando ciertas vidas humanas se puede terminar el ritual que le despierte a uno de ellos. Esto no es magia, Marco, es la realidad. La realidad que el hombre siempre se ha negado a admitir, o que nunca ha conocido. No quería que te fueses de aquí sin saber... por qué tienes que morir.
Y antes de que pudiera siquiera moverse una Magnum le apuntaba a la frente, sujeta con firmeza por el profesor de Historia.
Dicen que cuando vas a morir se te pasan por la mente todos los momentos de tu vida, pero no sucedió así. Tenía la mente en blanco, y antes de aceptar su final tuvo tiempo de fijarse en una foto enmarcada que reposaba en la estantería: Raúl, el profesor de historia posaba junto a un hombre que le era conocido... El hombre que encontró tendido en el suelo aquella noche, en la puerta de su casa. Aquella sombra bajo la lluvia...
Entonces sonó el disparo...
Se oyó un grito de Sara y un estruendo de cristales. Abrió los ojos... ¡Estaba vivo! En lugar de él, el que yacía sobre la mesa, ahogado en un charco de sangre, era el profesor de Historia. La ventana estaba hecha pedazos y la pistola en el suelo del despacho. Sara estaba blanca, casi llorando.
- Corre Sara, vámonos de aquí, corre!!!
La cogió del brazo y la arrastró hacia la puerta. Ya corrían por el pasillo cuando...
-Espera Marco, tenemos que coger ese libro.
-NO! es peligroso...
Pero ella ya había vuelto al despacho, y segundos después volvía a salir corriendo, con el libro en la mano. Era la hora de comer, y por eso no había mucha gente por los pasillos, pero empezaban a llegar alumnos y profesores asustados por los ruidos de disparos y cristales rotos. Salieron por la escalera de emergencia, antes de que cualquiera pudiera verles con un libro ensangrentado en la mano. No había ni rastro de quien había disparado al profesor, pero ellos ya tenían suficiente con pensar en salir de allí con vida...
- ¿Te acostaste con este loco?
- Estaba borracha... - Sara estaba a punto de llorar
- Corre, por ahí, tenemos que alejarnos del campus.