09 marzo, 2006

Una sombra bajo la lluvia - VII

Estaba apoyado contra la fría pared de piedra de los sótanos de un castillo, las manos atadas en la espalda, y con el miedo en sus ojos... Delante de él se alzaba un ser de unos 3 metros de altura con tentáculos como brazos y piernas, con feroces mandíbulas, que siseaba como si hablase. Y él le entendía: "Ven a mi, tu tiempo a llegado". Buscaba un sitio por donde escapar, pero no lo había, y las fuerzas no le daban para más... Entonces cerró lo ojos y asumió su destino. Los abrió al momento para comprobar como el extraño ser estaba a punto de devorarlo, sus colmillos se acercaban, sentía ya su aliento en su cara. Era el final.
Entonces despertó sobresaltado, sudando. Había sido un sueño, pero demasiado real. Y lo peor era que la realidad no era mucho más acogedora. Estaba tumbado en una pequeña habitación de piedra, las manos y los pies atados. Le dolía la cabeza como si estuviese a punto de estallar, y se dió cuenta de que su ropa estaba llena de sangre reseca. Y no estaba solo. En otro rincón de la habitación estaba Sara, dormida o sin conocimiento, también atada, con el pelo tapándola la cara. Y había alguien más. En el rincón más oscuro de la sala había otro hombre, con largo pelo blanco, y la piel envejecida por la edad, que lo miraba fijamente con unos penetrantes ojos azules. Parecía un mendigo. Un pequeña ventana enrejada daba al exterior, pero apenas entraba más que un hilo de luz.
- Así que eres tú...
- ¿Qué?.... ¿Qué nos ha pasado? ¿Sara está bien?
- Sara debe de ser ella...
- Sí
- Estará bien, sólo la habrán drogado, pronto despertará. - El hombre hablaba despacio, como midiendo sus palabras. Hablaba como los que tienen toda una vida de experiencia. Hizo una pausa.
- Así que eres tú...
- ¿Quién?
- Él que andaban buscando. Y te han encontrado. Ójala Robert te hubiese matado cuando tuvo la oportunidad...
- ¿Quién es Robert?
- Robert... Robert Brown. Matemático, 41 años y con una hija de 15. Divorciado. Y uno de mis mejores amigos. Desapareció cuando iba a matarte. No supimos nada más de él. Estará muerto. Yo quise terminar el trabajo, pero también dieron conmigo... y supongo que les parecí demasiado viejo para matarme a sangre fría.
- Sí, creo que Robert está muerto... si es el cadáver que encontré en la puerta de mi casa.
- Pobre Robert...
- ¿Por que coño queréis matarme? - Interrumpió Marco, estaba nervioso y asustado, y aquel hombre podía conocer la respuesta a todas las dudas que tenía, y sobre todo, donde demonios estaban...
- Para que ellos no os encuentren antes.
- ¿Ellos?
- Los que adoran a los Innombrables... Como tantos otros, no sabrás por qué te buscan, ni sabrás por qué debes morir, para salvar a la humanidad o para acabar con ella. Como tantos otros, no sabrás nada. Escucháme con atención, porque será la última vez que alguien te explique el motivo de tu muerte...
Un escalofrío recorrió su cuerpo. Parecía que ya estaba predestinado a morir joven... Y haciendo un esfuerzo escuchó al anciano. Porque quizá fuese de verdad la última vez...
- Hay hombres y mujeres que nacieron de Ellos. Son humanos, pero al nacer, desde el principio de los tiempos, hace miles y miles de años, heredaron parte de los Sin Nombre, que descansaban en las profundidades de la Tierra. Nadie más se puede comunicar con ellos, nadie más puede entenderles y nadie más puede nombrar sus nombres. Robert, yo y unos pocos más, muy pocos para lo grande que es el mundo, somos los encargados de velar por la continuidad de la especie, de velar porque Ellos no vuelvan a despertar. Así lo han hecho nuestros predecesores desde hace más de mil años. Nunca pudimos acabar con los adoradores de los Sin Nombre, porque son demasiados, y Ellos pueden controlar la voluntad de demasiadas personas, aunque todavía sean débiles en su letargo. Así que decidimos encontrar a aquellos que heredaron la semilla de los Innombrables, y matarlos. Pocos quedan ya...
- Yo heredé algo de esos monstruos...
- Nadie sabe sin son monstruos, quizás sean bellos... pero sí. Tu tienes su semilla en su interior.
- Pero yo no he hablado nunca con ninguno...
- Quizás eso es lo que no sepas...
- ... a menos que...
- ¿A menos que...?
- Varias veces, desde que tenía doce años, he soñado con seres raros, que se comunicaban conmigo... pero eso fue sólo dos o tres veces, y por supuesto no le dí importancia, era un niño fantasioso... pero acabo de volver a tener uno de esos sueños.
- Entonces no se han equivocado... eres uno de ellos. Y por fin te han encontrado después de tanto tiempo. El fin de nuestros días ha comenzado... A menos que consiga matarte antes de la noche de mañana.
- ¿Qué pasa mañana?
- Que serás sacrificado, es la noche del cometa... la noche elegida para su retorno. Un Sin Nombre volverá mañana a la vida... Por eso no intentaron hacerse contigo antes. Querían esperar a que fuese el momento oportuno, para que no tuviésemos tiempo para reaccionar.
Entonces la puerta se abrió. Entraron dos hombres: uno moreno y alto, parecía árabe y tenía una mirada penetrante. El otro era pelirrojo, bajo comparado con su compañero y muy ancho de espaldas.
- Calla viejo!!! - Dijo el pelirrojo, su voz era fuerte. Marco se asustó - Parece que ya has despertado... Bien... Disfruta de tu último día encerrado en esta habitación, y reza tus plegarias si lo deseas. Y parece que también se despierta la puta...
En la otra esquina de la habitación Sara estaba ya despierta, pálida y desconcertada.
- A mi podéis matarme, pero ¿que vais a hacer con ella? No la necesitais para nada... dejadla marchar!!!. - Había sacado el poco valor que le quedaba para hacer frente al siniestro personaje.
- A ella la violaremos para celebrarlo...
- Hijos de...
Pero antes de que pudiese terminar una fuerte bofetada le tumbó de nuevo en el suelo.
- Así estás mejor, callado. Te mataría ya mismo si pudiera, pero lamentablemente tendré que esperar a mañana. Ardo en deseos de ver tu cuerpo desangrarse... me ha costado mucho encontrarte, y recibiré mi recompensa.
Entonces se giró hacia el hombre árabe y le habló. Pero no habló en castellano, ni inglés, ni francés, tampoco parecía un dialecto árabe... no parecía siquiera una lengua humana. Ambos salieron y cerraron la puerta a sus espaldas.
- ¿Donde estamos?- Sara estaba conmocionada, seguía palida y con los ojos llorosos.
- En algún lugar esperando nuestra muerte, querida. - Respondió el anciano - Al menos creo que seguimos en España, por lo poco que sé...
- ¿Quién es usted?
- Su amigo se lo podrá explicar más tarde... Mi nombre es Lucio. Y no me llames de usted...
Marco estaba como en otro mundo.
- ¿Estás bien?. Estás lleno de sangre... - Sara le miraba
- Debe ser del golpe que me dieron en aquel hostal... Estoy bien dentro de lo que cabe. Pero...
Se quedo callado casi medio minuto
- ¿Pero... qué? Dime Marco...
- He entendido lo que han dicho...
- ¿Qué? ¿Cómo has podido entender eso?
- No lo sé...
- ¿Y que han dicho?
- No tenía importancia...
Sara decidió no preguntar más. Se quedó callada intentando retirar el pelo de su cara. El anciano meditaba en su rincón. Después de unos minutos de incómodo silencio, ella habló.
- Gra... Gracias...Muchas gracias por enfrentarte a él por mí. Te has ganado una buena bofetada por mi culpa.
- No te preocupes... No quiero que nadie te haga nada!
- Gracias - Sara de nuevo se estaba aguantando para no llorar
- Es una pena, es una pena. - Lucio había vuelto a la conversación - No mereces morir, en realidad pocos de los que mueren merecen hacerlo... Espero verte, si hay otra vida, en mejor situación.

1 comentario:

Gerthalas dijo...

Jejeje, cuán estupendo relato! He de decir que tiene que ser una auténtica putada verse en esa situación, eh? A ver cómo salen de ésta!

Sigo esperando tus relatos, amigo!